La jugada tiene que terminar
Coudet está de costado a la cancha y con las rodillas algo flexionadas. Arquea su brazo hasta lograr una forma parecida a la de un semicírculo y lo agita de adelante hacia atrás, paralelamente a la línea de fondo de la cancha. Parece un jugador de poker, que rodea columnas de fichas imaginarias y las arrastra contra su pecho una y otra vez. Solo que en lugar de hacerlo con el inescrutable temple de un jugador de cartas al cual es imposible adivinarle su siguiente jugada, el entrenador de Racing grita palabras cortas; trata de activar un principio básico sobre el cual se construyó el equipo que fue campeón de la última Superliga. El pedido es simple: el gesto acompaña los corrimientos de los jugadores de Racing a lo ancho del campo cuando el rival lleva la pelota hacia las bandas. Hay que presionar, ahí. El problema es cuando Coudet revolea sus dos brazos hacia arriba y los deja caer en peso muerto hasta impactar contra sus piernas, porque quiere decir que la jugada no terminó.
Cuando Racing se abanica hacia un costado del campo para presionar, necesita que la jugada termine, ya sea con un quite, con el rival forzado a dividir la posesión o hasta con una infracción. El 4-1-3-2 de Coudet está configurado para hacerlo: Racing traza una línea imaginaria a lo largo del todo el campo que se cruza en perpendicular con la de la mitad de la cancha y la divide en dos cuando el rival tiene la pelota en zona de salida. Coloca a la mayoría de sus jugadores por dentro para bloquear las líneas de pase internas: los delanteros se posicionan sobre los centrales, el enlace sobre el contención, los internos en zonas intermedias entre los volantes y laterales rivales y el volante central queda libre detrás de todos y con un panorama completo de los movimientos de ambos equipos para realizar coberturas hacia ambos lados. De esta manera, Racing orienta al rival a que juegue hacia las bandas, porque los laterales estarán libres, y ahí es cuando todo el equipo cambia de forma y se comprime contra el costado.
La idea es acosar al poseedor de la pelota y rodearlo para que no tenga opciones de pase claras y cercanas. Entonces Barbona o Zaracho, según izquierda o derecha, deben salir a presionar afuera, y tienen que hacerlo en diagonal, para bloquear en su carrera un posible pase o regate hacia adentro. Nery Domínguez tiene que recostarse a realizar una cobertura porque detrás de Barbona o Zaracho quedará un volante rival libre. A la vez, el delantero más cercano a la jugada debe bloquear un posible pase hacia atrás, al central. Y el enlace tiene que anular al contención que en la mayoría de los equipos suele ser el jugador con mayor capacidad para acelerar la circulación de la pelota.
La jugada tiene que terminar ahí porque Racing asume riesgos para presionar como presiona, lo cual no es necesariamente un error. En fútbol, asumir riesgos en una fase del juego asume buscar ventajas en otra. Si se realiza lo que los empresarios llaman análisis FODA sobre las conductas defensivas de Racing, dentro de las debilidades se destacaría que el lado opuesto a la jugada queda algo desprotegido. Si Barbona sale a tapar al lateral, Domínguez le hace la cobertura y González tapa al contención, Zaracho queda entre medio de de dos rivales del otro lado del campo, y en caso de que la pelota salga hacia adelante, tendrá que cerrar por demás para acercarse al volante rival más ofensivo, con la amenaza de dejar libre al volante opuesto y sufrir un dos contra uno. Pero dentro de las fortalezas y las oportunidades, lo cierto es que al quebrar la línea de mediocampistas y formar una especie de rombo, sin armar un 4-4-2 clásico con González y Domínguez en el eje, en caso de recuperar la pelota, Racing tendrá un hombre más para sacar una contra y los dos delanteros estarán ubicados detrás de la línea del contención, mano a mano con los centrales, una situación que no se daría si el punta opuesto a la jugada se encargase de tomar al contención como suelen hacer muchos equipos.
Por eso Coudet gesticula tanto. Y por eso cada vez que puede dice que “hay que recuperar la agresividad”. Recuperar, porque alguna vez la tuvo, y aunque no la perdió del todo, sí disminuyó su nivel. Sabe que al ir a presionar sobre las bandas un acierto es una oportunidad y un error es correr hacia atrás. La jugada tiene que terminar ahí.