Matías Rojas: ¿por qué la mentalidad es prioridad?
Hubo un jueves por la tarde en el que Coudet se acercó a Matías Rojas para pedirle que se tranquilizara. Fue después de una práctica, en la que vio que el volante estaba algo ensañado consigo mismo, que protestaba hacia adentro y se recriminaba mucho los errores que cometía. Le dijo que las cosas ya le iban a empezar a salir, que todo era una consecuencia lógica de la adaptación a un club nuevo y que nadie dudaba de sus condiciones. Lo curioso es que no fue la primera vez que le pasó algo así a Rojas: en alguna ocasión, Almirón en Lanús y Beccacece en Defensa y Justicia notaron actitudes similares y también buscaron alentarlo.
Es muy autoexigente. Así se describe. Encuentra en los videos una herramienta para mejorar, por eso le pide al cuerpo técnico que le pasen hasta los de las prácticas. Pero no solo se mira a sí mismo: cuando pasó a Lanús, en enero de 2017, miró todos los partidos que jugó el equipo en la primera mitad de ese torneo local, con el foco puesto en los movimientos de Miguel Almirón, el que jugaba en su puesto, para intentar interpretar con cierta anticipación qué le iba a pedir Jorge Almirón, entrenador granate en ese entonces. Este año hizo lo mismo con Racing, con especial atención al juego de Pol Fernández en la posición de interior izquierdo. Además, casi como si fuese uno más de los cada vez más populares scouts del fútbol, Rojas le prestó atención tanto a Soto como a Mena, a sabiendas de que dentro del campo iba a tener que relacionarse mucho con ellos. También a Lisandro, que de pronto aparece mezclado entre los volantes, y a Donatti y Orban, porque en Racing los centrales suelen conducir con pelota, entonces él necesita saber cómo se la van a pasar.
Pero de la mano con la autoexigencia viene una regla: hay que saber manejar la llave que convierte una autocrítica en constructiva o destructiva. Para Rojas, esa llave está en la psicología. No le interesa sentarse a hablar con alguien de sus problemas, pero sí analizar sus pensamientos dentro de la cancha porque cree que éstos son los que elevan o disminuyen su rendimiento. “A este nivel somos todos buenos, pero la mentalidad hace la diferencia, entonces hay que fortalecerla”, dice el volante de Racing, que hace un mes vio las casi cinco horas de la final del Us Open en la que Rafa Nadal, el deportista al que admira incluso por encima de muchos futbolistas, se coronó campeón ante el ruso Daniil Medvédev. “Me genera un montón de sensaciones, me gustan ese tipo de jugadores, que son fuertes mentalmente y tienen clase”, agrega sobre el tenista español, cuya cabeza parece ser objeto de estudio para todos deportes y todas las nacionalidades.
Mientras habla sobre la importancia de la mentalidad de los deportistas, Rojas reconoce que le gustaría estudiar psicología deportiva en un futuro, aunque a sus 23 años no lo tiene decidido. La universidad y el estudio no le son ajenos: cuando a los 11 años le dijo a su papá que quería ser jugador de fútbol, éste le contestó que la única condición era no dejar de ir al colegio. A esa misma edad pasó de jugar en la canchita de adoquines de Fernando de la Mora, donde muchas veces pateaba descalzo porque prefería romperse los dedos de los pies a romper el único par de zapatillas que tenía, a hacerlo en la escuela de Cerro Porteño, club del cual es hincha, sin dejar de estudiar. Una vez que terminó el secundario, casi en simultáneo a su debut en primera división a los 18 años, empezó a estudiar la carrera de contador público en la Universidad Nacional de Asunsión. El segundo año de cursada fue difícil, porque la facultad le exigía un 75% de asistencias a clase, lo que no pudo cumplir por sus compromisos internacionales con Cerro Porteño y la Selección Paraguaya sub 20. Presentó mil papeles, justificaciones y cartas con membretes, pero le dijeron que vuelva a estudiar cuando deje de jugar al fútbol. Hoy se ve lejos de los números y entiende que eligió esa carrera por influencia de su padre contador y de algunos amigos del colegio que se anotaron con él.
Pero como no todo pasa por el temperamento, Matías Rojas busca explicaciones más tangibles a su flojo arranque en Racing. El proceso de adaptación lógico a otro contexto le costó más de lo que él creía, y donde más se detiene a analizar es en el sistema de juego que utiliza Coudet, diferente al de Beccacece. El 4-1-3-2 de Chacho busca sostener a toda la defensa rival con sus dos delanteros, mientras que Defensa y Justicia lo hacía con tres. Entonces, al tener un extremo bien abierto por izquierda, en Varela, Rojas jugaba sin la presión del lateral rival, que no podía cerrarse a tomarlo porque quedaba fijado a la banda. Los laterales que enfrentan a Racing se suelen encontrar permanentemente frente a un grupo de opciones: cerrarse a tomar al interior (en este caso, Rojas), atender a una posible diagonal hacia afuera de un delantero o enfrentar un duelo mano a mano con el lateral de Racing. El marco es muy diferente.
Contra Aldosivi sintió el murmullo de todo el estadio a los 32 minutos del primer tiempo, cuando se perfiló para recibir una descarga de Licha López, se resbaló y perdió la pelota. Un minuto después, se hamacó y sacó un centro perfecto desde la izquierda que Cristaldo convirtió en gol a la altura del segundo palo. Automáticamente, Lisandro trotó en sentido contrario al festejo del Churry y se fue a abrazar con Rojas, mientras lo señalaba. Sigali y Díaz aplaudieron al paraguayo desde sus posiciones. El propio Cristaldo lo encontró en el centro del campo después de un montón de abrazos y antes de que Aldosivi vuelva a poner en juego la pelota, y lo señaló, pero a diferencia del de Licha, este gesto fue más público o no tan privado. El delantero quería que la gente le reconozca a Rojas su parte del gol. Igual que Coudet, que en la semana pidió respaldo hacia su jugador y que cuando lo sacó en el segundo tiempo pidió aplausos. Rojas abrió los brazos y miró a la popular que tenía más cerca con una sonrisa. Las cosas le estaban saliendo. Si para él la diferencia se hace con la cabeza, tirar el centro que estaba buscando tirar desde que llegó a Racing para conectar los murmullos con los abrazos fue su primer paso hacia adelante.