Matute Morales: el jugador al que el sistema no se adaptó

Matute Morales: el jugador al que el sistema no se adaptó

Cumple 45 años Ángel Morales, talentoso volante que tuvo dos ciclos breves en Racing y le alcanzó para ganarse el reconocimiento de la hinchada. 

En sus últimos días en México Matute Morales la pasó mal. Se sintió aturdido por la idea de que el mundo efectivamente se puede ir a la mierda de un segundo a otro cuando un medico le dijo que no iba a poder a jugar más al fútbol por una doble hernia de disco. Un amigo lo ayudó a contactar con otro médico, en Houston, que lo operó y le devolvió el alma al cuerpo. Sin embargo, cuando se acuerda de esos días Matute admite que se equivocó. “A los dos días empecé a caminar, y mientras hacía la recuperación en Racing al profe le mentía, le decía que no me dolía”, contó en una entrevista con El Gráfico. Por esos esfuerzos uno de los clavos que le pusieron en la espalda se quebró y hasta el día de hoy que siente dolores. Él solo quería jugar. Y todos querían ver jugar a ese pedacito del equipo de Cappa que parecía estar perdido en el tiempo, pero no en el espacio.

Matute eligió jugar en Racing porque estaba hinchado las bolas. De Independiente se fue a la Sampdoria con Menotti como técnico. Jugó ocho partidos como titular, pero al entrenador lo echaron después 13 partidos, de los que perdió siete. El club contrató a Boskov, que cambió el esquema y no lo puso nunca. “Encima estaba Verón que jugaba un fenómeno, a mi no me daban bola”, recordó Matute en una entrevista en el 2000. A partir de ahí empezó a autoboicotearse. Caminaba en los entrenamientos, acusaba tirones musculares para no hacer físico, llegaba tarde a las concentraciones. No estaba disfrutando y no la careteaba. Su representante lo ubicó en Mérida, una ciudad que ni sabía dónde quedaba, para jugar en un club que estaba de paso por la primera. Jugó solamente dos partidos y el técnico lo colgó. Fue un periodo de tiempo que le sirvió para conocer España los fines de semana, porque no iba ni al banco, y para endeudarse con el plantel por las multas que le ponían. En Racing estaban Cappa, Latorre, el Chelo Delgado y Capria. La idea de jugar en un equipo que seguramente se iba a adaptar a él lo tentó.

“Cuando la gente cantaba ‘para Matute, la Selección’, me daban ganas de cantarle yo también”, recuerda el Mago Capria, protagonista también de aquel Apertura 98. A pura gambeta, Matute conquistó en un puñado de partidos a una hinchada que nunca le mostró recelo por haber nacido futbolísticamente en Indenpendiente. El romance arrancó, justamente, en la Doble Visera, en el famoso clásico del corte de luz. Matute marcó el 2 a 0 y gritó el gol, algo que nunca dudó de hacer. “Sería una falta de respeto a la gente de Racing no gritarlo… Además yo soy de Boca”, dijo en una nota después de que Lamolina suspenda el partido. Le gritó un gol a su ex club y reveló que era hincha, lo que todos son pero casi ninguno dice. Básicamente, una noche en la que rompió un montón de reglas que nadie sabe quién estableció y por qué rigen con tanta firmeza. Cuando se desvinculó de Veracruz, recién operado, tenía dos opciones para volver a Argentina: Racing e Indpendiente. “Elegí Racing porque la gente me demostró más cariño”, dijo en una rueda de prensa después de su primer entrenamiento en el club.

“Matute era muy creativo, cuando parecía que iba a arrancar se frenaba y te salía para cualquier lado”, recuerda Diego Latorre, que jugó con él en Racing y en Cruz Azul. “Escondía la pelota, no se la podían sacar, y si no se la daban se fastidaba”, agrega. Además, Latorre, que cuando se le consulta por Matute levanta el teléfono y se dispone a hablar como si no pasara el tiempo, lo describe como un tipo comprometido con el juego. Disfrutaba que el equipo sea protagonista y tener mucho la pelota en los pies. Además, cuenta una anécdota: cuando llegaron juntos a Cruz Azul, los invitaron a un programa de televisión mexicano y un periodista les preguntó si había que ganar cómo sea. Matute contestó rápido un “no” seco. Después se explayó: “Jugar bien y ganar van de la mano, se disfruta más”. Se re calentó una vez que vio por televisión al Burrito Ortega persiguiendo a Roberto Carlos en un Argentina Brasil y pensó que debería ser al revés. Años más tarde, en el Gráfico dijo: “Existe una gran presión por no perder, ya no te hablo de ganar, porque no hay presión por ganar, y estaría bueno que existiera, así los técnicos buscarían armar algo como para ganar y no para no perder”. No es casualidad que Matute considere un amigo a Pep Guardiola, con quien jugó en Dorados de Sinaloa en 2006 y que al año siguiente lo vio jugar un Banfield – Vélez desde la popular visitante del José Amalfitani.

 

 

En la vitrina de trofeos del Club Esperanza de Sarandí hay un un retrato de Matute hecho en carbonilla. En esas canchas de papi se vieron sus mejores magias. Fernando Soriano, periodista de Infobae, jugó en el club y fue testigo de sus gambetas durante toda su infancia. Todavía se acuerda de una tarde en la que Matute cayó con fiebre a un partido contra Villa Modelo, una especie clásico zonal. “Vio desde la tribuna como el equipo perdía 1 a 0, se cambió, pidió entrar faltando cinco o diez minutos clavó dos goles increíbles para darlo vuelta”, cuenta. Además, lo recuerda como un tipo muy divertido, algo en lo que también coinciden Capria y Latorre. “El tipo era un delincuente, me pasó más de una vez que nos estaba cagando a pedos un técnico en el vestuario y a Matute no lo podía mirar porque me hacía reír”, recuerda Capria entre risas. Hoy los jugadores de aquel Apertura 98 tienen un grupo de Whatsapp que se llama “Los ángeles de Capa”, que dicen que cuando se conecta Matute es un estallo.

A la distancia, Matute reniega por cómo se cuenta su historia atravesada por el Clásico de Avellaneda. Es cierto que debutó en Independiente, pero antes de pasar al Rojo jugó para Racing en inferiores cuando el coordinador era Gomis, que hoy trabaja en el club nuevamente. En 2005 entró desde el banco de suplentes en la victoria por 3 a 1 ante el rival de toda la vida. Jugó 30 minutos, la gente lo ovacionó y al día siguiente le dijeron que se había resentido de una vieja lesión de ligamentos y se tenía que operar. Fue el último partido de Matute en Racing, pero no una despedida, porque el vínculo sigue firme. Ya no tiene a sus hijos jugando en el Predio Tita, pero tiene amigos que suele visitar, como el popular utilero «Monchi» Medina. Y hay una anécdota que lo une como uno de los ídolos más recientes de la Academia. Coincidió con el Chino Saja en un partido amistoso a beneficio en febrero de 2019 en el estadio José María Minella, Mar del Plata. No se conocían, pero los dos pidieron el cambio a los 30 del segundo tiempo y se fueron juntos al vestuario para ver como el Racing de Chacho Coudet y Licha López vencía a Independiente por 3 a 1 en el Libertadores de América.

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