El líder silencioso

El líder silencioso

Caos, locura, desconcierto, desorden, ruido: crisis. Dentro de ese turbio contexto que presentaba el país allá por el 2001, Racing vivía su propio microclima. De caos, de locura, de ruido y desorden; pero impulsado desde la alegría y la impaciencia por lograr el tan ansiado título local que dejara atrás una sequía de 35 años. En ese entonces, hubo un equipo que logró hacerse cargo de tan inmensa presión y generar un oasis en el desierto para más de 4 millones de argentinos hinchas de la Academia. Y en ese entorno plagado de flashes, excitación, bullicio e inquietud, emergió desde las sombras un líder silencioso que, entre tanto ruido, dejó de lado la palabra figurar y la cambió por contagiar: Gustavo Barros Schelotto.

«No la dejemos pasar, hay que aprovecharla, agotemos todo lo que humanamente tengamos dentro para que esta posibilidad no se nos escape de las manos». Quedaron grabadas para siempre estas palabras en la memoria de Claudio Úbeda, capitán de aquel conjunto, en una reunión que tuvo el equipo en la recta final del torneo. A Gustavo se le había escapado una chance única en 1995 con Gimnasia y Esgrima La Plata, cuando les tocó perder el Clausura sobre el final. Por eso, sabía internamente que cuando se da una situación como esa, la de poder definir un campeonato, «había que tomarla y no dejarla pasar, agotar esa posibilidad como si fuese única en la vida».

El líder silencioso no se interesa por ser reconocido como tal, sino que interpreta las necesidades del grupo, consigue hacer lecturas precisas del contexto y provoca cambios en la forma de pensar y de actuar de los demás. «Siempre me daba tranquilidad a la hora de jugar. Hablaba poco, pero lo justo y necesario», recuerda Carlos Arano. Sin embargo, cuando traspasaba la línea de cal y se encontraba dentro del campo de juego, parecía transformarse: «Manejaba todo adentro de la cancha: los laterales, los foules, los rivales, los tiempos, los árbitros. ¡Les decía de todo a los árbitros, con respeto, pero de todo! Era el cerebro del equipo», admite Chiche mientras coincide en esa faceta con Francisco Maciel, que agrega: «Faltaba que le hablara a los alcanza pelotas y creo que les hablaba también ¡Y hasta al técnico rival! Te volvía loco».

Maciel fue el único jugador del 2001 que estuvo en todos los minutos de todos los partidos, pero de todos esos momentos compartidos con Gustavo se acuerda de uno en especial: «El primer día que llegó, empezamos a trotar en grupo y él se fue como 30 ó 40 metros adelante de todos. Iba más rápido, solo. Todos nos mirábamos y no entendíamos nada. Dije ‘este está loco’. De entrada ya nos desubicó y ahí ya marcó la diferencia. La verdad que era recontra líder «. La motivación persiste en el tiempo para sus compañeros cuando empiezan a responder y a recordar; pero sobre todo a reconocer: «Son tipos que piensan más allá y están en todos los detalles, no todos lo pueden hacer», confiesa Pancho.

Buena persona, muy educado, gran compañero y un DT adentro de la cancha; son los atributos que definen a Gustavo Barros Schellotto y es así como lo recuerdan en ese plantel que comandaba Reinaldo Carlos Merlo. Uno dirigía afuera y el otro dirigía adentro, y entre ellos hubo una comunicación en forma de visión que quedará para el recuerdo de todos, cuando el teléfono sonó en Villarreal, España:

-¿Gustavo?

-Sí.

-Te habla Mostaza. ¿Querés venir a Racing a salir campeón?

Y así fue…

 

Por Gonzalo Cardozo

Foto: Racing Club Oficial.

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