Carlos Lema: el protector de Rodrigo De Paul y Papu Gómez entre los prejuicios del fútbol infantil

Carlos Lema: el protector de Rodrigo De Paul y Papu Gómez entre los prejuicios del fútbol infantil

Carlos Lema dirigió a ambos volantes en las inferiores de Racing y Arsenal. Confió en ellos cuando otros entrenadores se inclinaban por físicos más potentes o personalidades más sumisas.

La definición de la Serie A posicionó a Rodrigo De Paul y Alejandro Gómez como dos de los jugadores argentinos más destacados en las grandes ligas de Europa post parate. Ambos comparten un rasgo distintivo de su evolución como futbolistas: el hecho de haber abandonado las bandas para pasar a ser conductores de Udinese y Atalanta, respectivamente, con el centro del campo como zona de influencia. De hecho, el ex Racing brilló en el último partido ante la Juventus (que a la fecha siguiente se consagró campeona) cuando el entrenador lo utilizó como único volante central en un 3-5-2. Sin embargo, sus roles, la liga en la que compiten y haber nacido en Avellaneda no es lo único que los hermana. En las canteras de la Academia y Arsenal, ambos sufrieron diferentes prejuicios que lograron gambetear en su camino a la primera división. Y ambos fueron dirigidos, respaldados y hasta protegidos por Carlos Lema, que hoy oficia como captador de talentos en Racing.

A Carlos le vibra el teléfono cada vez que De Paul juega un buen partido. En Racing hay quienes cuentan que él fue quien protegió al hoy volante de Udinese cuando muchos lo querían dejar libre, entonces es normal que le lleguen mensajes con comentarios sobre sus actuaciones. “¡Pero sacalo a ese enano peleador!”, es uno de los reclamos a cargo de un coordinador que todavía recuerda Carlos de las épocas en que Rodri, como él lo llama, volvía loco a todos en la pre-novena de Racing. “Algunos entrenadores prefieren armar equipos competitivos a través de la potencia y el físico, y por ahí no de la técnica. A mi siempre me gustó hacer un juego de más posesión, entonces Rodri conmigo jugaba siempre”, cuenta. Era chiquito. Los rivales lo hacían comer pasto, lo revoleaban contra los palos y el equipo perdía muchos partidos, pero para el entrenador los que juegan bien tienen que estar siempre. “No los vas a poner de nuevo a los chiquitos esos que te gustan a vos”, le dijo un coordinador antes de un partido contra River en el Tita. “En la primera vuelta habíamos perdido 7 a 1 de visitante, pero insistí con el mismo equipo y ganamos 5 a 1. Rodri la rompió”, relata, como si se tratase de una victoria personal en su lucha interna por hacer brillar a los flaquitos.

Rodrigo De Paul en inferiores de Racing

El otro aspecto que le jugaba en contra a De Paul era la personalidad. Siempre fue un rebelde y en Racing más de un entrenador lo miró de reojo por eso. “Cuando me decían que lo tenía que dejar libre, era por su carácter. Nadie dudaba del talento que tenía”, apunta Carlos. Además, recuerda la única vez que tuvo que levantarle la voz: lo llevó a la vuelta de una parecita del predio Tita Mattiussi y a solas le dijo “¿vos querés que te mate, Rodrigo? Soy el único que te defiende, me vivo peleando con todos por vos, cada dos por tres te quieren rajar y yo te pongo siempre”. Años después, cuando Rodrigo ya era jugador del Valencia de España, se encontraron en una famosa confitería de Avellaneda y recordaron juntos aquel reto. “Los chicos tiene que responder a los mandos, pero no tienen que ser sumisos. Hay técnicos que si un chico los confronta un poco, ya se lo quieren sacar de encima, no los quieren. Yo no, al contrario. A mi dame a los vivos”, explica.

Con el Papu Gómez, Carlos se encontró en las infantiles de Arsenal. Después de su primera semana de trabajo, el coordinador le preguntó qué le había parecido la categoría y si había algún buen jugador. “Bien, acá vamos a laburar bien. Y además tengo al mejor futbolista de la historia de Arsenal”, le contestó, medio en broma y medio en serio. De ese equipo, el entrenador recuerda como el Papu había logrado adueñarse de la ejecución de tiros libres: “Teníamos tres zurdos que siempre se peleaban por patear cuando el tiro libre era desde la derecha. Pero Alejandro agarraba y pateaba con la zurda, siendo diestro, y las ponía todas contra los ángulos”. Años después, a Carlos lo movieron a la novena división. Un día se cruzó al Papu en Sarandí, que por entonces jugaba en pre novena, y tuvieron una charla que lo alarmó. “Me dijo que había hecho tres goles nada más. ¡Conmigo había metido como 20!, el entrenador no lo ponía y él no estaba lastimado ni nada”, cuenta. Inmediatamente fue a buscar al coordinador y le ordenó que averigüe por qué el mejor jugador de todos no jugaba. La repuesta fue un anticipo de lo que años más tarde le pasaría con De Paul: “Ese pendejo prepotente, canchero, yo no voy a estar peleándome con un chico como este” y demás. En cuanto pudo, Carlos le dijo al Papu que ni se le ocurra dejar de ir a entrenar, que espere un año más, que cuando él lo vuelva a dirigir, esta vez en la novena, iba a tener todas las chances posibles. “Y obviamente en novena fue capitán y goleador. Nos lo vino a pedir Boca, River… Lo querían todos. De novena pasó directamente a sexta y Burruchaga ya lo llevó a una pretemporada con la primera”, revela Carlos.

Carlos Lema en una prueba de jugadores realizada en Los Andes

Carlos Lema en una prueba de jugadores realizada en Los Andes

 

A Carlos no lo sorprende el presente de ninguno de los dos. Y tampoco sus nuevas funciones dentro de la cancha. Hace algunas semanas le llegó un Whatsapp que decía “Rodrigo está jugando de doble cinco”, y él se acordó de una época en la que la pre novena de Racing jugaba con un 3-4-1-2 y De Paul se cerraba en el medio de la cancha, detrás del enganche. “Esto es cómo dijo Kennedy: ‘No preguntes qué puede hacer tu país por vos, pregunta qué podés hacer vos por tu país’. Los jugadores tienen que preguntarse qué pueden hacer por el equipo y adaptarse”, explica Carlos. Y añade: “Los buenos jugadores tienen la inteligencia y la capacidad para aprender lo que el juego enseña, por eso son los que logran amoldarse a diferentes posiciones”.

Cuando Miguel Gomis volvió a Racing en diciembre de 2017, de la mano de Diego Milito, para hacerse cargo de la coordinación de inferiores, pidió exclusivamente la presencia de pocas personas. Una de ellas fue Carlos Lema, a quien conocía de su vieja etapa en el club. Hoy su principal función es rastrillar las inferiores del ascenso argentino, terreno en el que por ejemplo se pudo captar a Leandro Godoy, hoy sparring del plantel de Sebastian Beccacece. Para Carlos, el mayor orgullo que puede sentir un entrenador de inferiores está en cada chico dirigido que llega a primera. “Yo siempre digo que no hay malos alumnos, pero sí malos maestros. Si los técnicos de la novena y octava de Arsenal hubiesen pensado como el de la pre novena, capaz que el Papu se aburría y no iba más a entrenar”, reflexiona. Él cree que el objetivo debe ser formar a la mayor cantidad de jugadores posibles por categoría. Por eso no entiende como muchos entrenadores usan once chicos, con equipos que salen de memoria, pensando en ganar más partidos como si fuesen técnicos de primera división. “Tuve un montón de jugadores tan buenos como ellos que no llegaron. No le echo la culpa a nadie, pero todo es producto de una causalidad”, explica desde la experiencia de sus más de mil partidos dirigidos en inferiores en los quién sabe cuántos enanos peleadores habrá reivindicado.

Carlos Lema junto a Miguel Gomis

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